Eche un vistazo a la nueva colección de cuentos de 'Star Wars'

Aquí hay un vistazo exclusivo a la tercera entrada de esta popular serie de antología de 'Star Wars'.

Una de las formas más atractivas de experimentar los rincones inexplorados del universo de "Star Wars" es sumergirse en la vibrante colección de cuentos de la serie de antología de tres libros "Desde un cierto punto de vista" de Random House Worlds.

Estas entretenidas entradas, escritas por un conjunto internacional de escritores, se centran en historias que giran en torno a algunos de los héroes, villanos, extraterrestres, droides y monstruos secundarios pasados ​​​​por alto o más pequeños en la "Trilogía de Star Wars" original.

La primera edición antológica, "Desde un cierto punto de vista: Star Wars", se lanzó en 2017 para celebrar el 40 aniversario de esa película triunfante, seguida de "Desde un cierto punto de vista: El imperio contraataca" en 2020 para esa icónica El 40 aniversario de la película también.

La tercera entrada de esta estimulante serie de "Star Wars", "Desde cierto punto de vista: El regreso del Jedi", llega hoy (29 de agosto). El libro de tapa dura de 592 páginas rinde homenaje al 40 aniversario de este año del capítulo final de esa clásica trilogía de ópera espacial.

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Hay 40 nuevos cuentos de ciencia ficción en este último volumen, incluidas piezas que iluminan la mente del Emperador Palpatine, la historia de fondo del manejador de Rancor, la vida y la época de Sarlacc, un recuento de una misión clandestina de Mon Mothma, la relajante historia de Wicket the Ewok. el día de la luna en el bosque y los pensamientos del diario privado Death Star 2 del soldado de asalto TK-423.

Space.com se complace en compartir un extracto exclusivo de este nuevo volumen, de la historia de Emma Mieko Candon "Cuando el fuego marcó el cielo", protagonizada por el favorito de los fanáticos, Wedge Antilles. Aquí lo tienes:

En la víspera del ataque a la segunda Estrella de la Muerte, Wedge Antilles siente cada detalle el peso y la presión del liderazgo y el deber. Decidido a no dejar que el momento lo supere, Wedge promete pasar una última noche entre sus amigos y camaradas.

El Tydirium parpadeó en la oscuridad mientras Wedge podía verlo. Él no lo había planeado de esa manera. Estaba en el hangar principal de combate del Hogar Uno conferenciando con el mecánico jefe del Escuadrón Rojo, y allí, sobre el hombro de la mujer, estaba el espacio entre el Hogar Uno y la fragata médica donde flotaba la lanzadera imperial robada, del tamaño de la uña de su pulgar. Debió quedarse mirando, porque el mecánico se calló y giró. Cuando lo hizo, sólo había ausencia.

“¿Tiene algo en mente, comandante?” ella preguntó.

"Algo, sí". Wedge se frotó los ojos. Un centenar de cosas competían por su atención detrás de ellos, como lo habían hecho desde la sesión informativa en la que se encontró contemplando los esquemas de una cosa muerta y vengativa: una masa esférica y dentada de longitudes de metal solidificadas.

Tenía un sentido enfermizo ver la Estrella de la Muerte levantarse de su tumba. La enorme enormidad de su primera iteración la había hecho parecer una regla oscura e inmutable de la propia galaxia. Ciertamente no parecía que debiera desaparecer simplemente porque un piloto hizo un disparo único en la vida. Por supuesto que en realidad no había desaparecido. Por supuesto había regresado para cobrar sus deudas. Por supuesto, la resurrección de esa sombría silueta hizo que Wedge se sintiera como un fantasma. Algunas noches se encontraba mirando el techo de su litera, pensando que en realidad no podía estar allí. No podría haber sobrevivido a la pelea por Yavin. No cuando casi todas las personas con las que comía, bebía y volaba estaban muertas. Era simplemente inconcebible.

Sin embargo, incluso ahora, después de cuatro años y docenas de peleas de perros espeluznantes, que le revolvieron el estómago y apretaron los dientes, aquí estaba Wedge, perfecta e inexplicablemente vivo. Aunque mientras observaba a la mayoría de los supervivientes de aquella impensable trinchera desaparecer hacia un futuro que no podía ver, se sintió extremadamente pequeño e improbable.

La mecánica se aclaró la garganta. La había dejado mirándolo fijamente y su boca se torció hacia abajo.

Wedge se frotó la frente. “Bien, el problema del escape: ¿estabas buscando mangueras nuevas? Cualquier modelo de Incom debería tener piezas con las que puedas trabajar, ¿verdad? Darpen sabe dónde encontrar un par de T-47 desguazados. Podríamos tenerlos aquí a tiempo para la misión”.

La mecánica asintió, pero tenía una mirada que Wedge asoció con los médicos irritados, la que decía: Te vas a caer en el momento en que me dé la vuelta, y no será mi culpa. No se perdió cuando, más tarde ese día, ella llevó a Wes Janson aparte para una charla privada en el comedor. Por eso no se sorprendió cuando Janson se inclinó sobre la mesa para poner otra dulce lima marina Mon Cal en su bandeja. Wedge tomó un rollo de algas extra de su propia bandeja y lo depositó en la de Janson.

"He oído que alguien necesita una siesta", dijo Janson con la boca llena de panecillo.

“Ya está en el cronograma”.

"Podría necesitar otro".

Wedge partió la lima en segmentos, frunciendo el ceño. “¿Cómo estuvo la simulación de Zyrka Tuhn esta tarde? ¿Corrigen ese sesgo izquierdista?

“Claro que sí. Dijeron que se lo deben a su amable crítica. O tal vez se les contagió algo de esa preciosa suerte de las Antillas”.

Wedge hizo una mueca. "No empieces."

“Solo informo lo que escuché, señor. Espera a que te cuente sobre el escuadrón que hizo un lote de amuletos de buena suerte con los recortes de tus uñas de los pies. La sonrisa de Janson vaciló cuando Wedge arrojó una semilla en su bandeja. “Pero si empieza a molestarte. . .”

Wedge le hizo un gesto para que se fuera. "Si quieren llamarme afortunado, entonces tengo suerte".

Es mejor “suerte” que “así de bueno”. Wedge conocía el valor de sus habilidades, su experiencia y sus instintos. A estas alturas ya era un veterano desde cualquier punto de vista. Pero nada de eso explicaba por qué estaba vivo. Muchos pilotos más inteligentes, valientes y talentosos murieron hace mucho tiempo. Si todavía respiraba, entonces sí, tenía suerte. Pero no se podía confiar en la suerte. Sólo podías esperar que te llevara a donde te necesitaban.

"No parece que se sienta particularmente afortunado", dijo Janson.

"¿Tú?" Lo que Wedge sintió fue que había pasado demasiado tiempo demorándose en una comida. Se dispuso a devorar el resto mientras repasaba una lista de verificación mental para la siguiente rotación. “Haga que los novatos hagan otra ronda en las plataformas del simulador. Dígales que me reuniré con ellos allí a las mil quinientos horas para revisar... después de la sesión informativa de formación con las tripulaciones del puente de la fragata.

"Es curioso que nada de eso parezca una siesta".

"¿En realidad? Has asistido a sesiones informativas de formación.

Wedge se negó a hacer una mueca cuando Janson le pellizcó la nariz. Fue más difícil cuando la expresión del rostro de Janson contenía una sombra de genuina preocupación. “Cuidado, amigo. Si sigues así, conseguirán que alguien te drogue.

Nadie drogó a Wedge hasta que él mismo se drogó. Veinte horas antes del salto a Endor, estaba revisando aún más formaciones con Shara Bey junto a las plataformas del simulador cuando Janson pasó por allí y le dijo a Sila Kott: “Vamos, será un espectáculo. Voy a perder tanto que tus nietos les contarán a sus nietos sobre el día en que tu teniente pensó que aprendería sabacc del general Calrissian.

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Shara Bey arqueó una ceja y Wedge se llevó la palma de la mano a la frente. Tenía un tic habitual relacionado con el general antes mencionado. Derivó de un recuerdo profundamente arraigado del General Syndulla obsequiando un comedor de fragata con varias historias de los primeros intentos de Lando "Piensa que es tan hábil" Calrissian de estafar a su antigua tripulación.

"Tu teniente realmente quería que escucharas lo que está haciendo esta noche", notó Bey mientras sus ojos volvían a su datapad.

"Él tiene la impresión de que necesito un descanso", dijo Wedge.

“¿Sabe que Calrissian te estresa?”

"Oh, es una amenaza". Wedge se enderezó y colocó su datapad bajo el brazo. "Por eso sabe que va a funcionar".

"Así que te vas". El tono cuidadosamente neutral de Bey fue traicionado por un atisbo de sonrisa.

"Voy a echar sal en sus bebidas toda la noche, si eso es lo que estás preguntando".

Pero Janson no se equivocó. Wedge sabía que estaba estresado. La Rebelión estaba a menos de un día de otro baile con aniquilación total. Claro, no era la primera vez que se encontraban en ese sombrío precipicio, y claro, Wedge había superado estas probabilidades en particular una vez antes. Pero su instinto le decía que una suerte de esa magnitud no te favorecía dos veces. Entonces estaba estresado. Nadie en su sano juicio era otra cosa que eso... a menos que ya se hubieran sumergido en el mar del "estresado" y se encontraran en las lejanas costas del "oh, al diablo con esto".

Wedge estaba en el lado equivocado de ese mar. Necesitaba cruzarlo, de una forma u otra, o bien podría atarse una bomba de tiempo en el asiento de su cabina por todo el bien que le haría a su escuadrón. Una ronda de sabacc lo relajaría. Y de todos modos, alguien necesitaba vigilar a Janson mientras él miraba a Calrissian.

"Pura estrategia", aseguró Janson a Wedge mientras caminaban hacia el atrio de Home One. “Si quieres que un chico salga de su juego, báñalo de distracciones. El general anhela atención”.

"Supongo que sabrías cómo es eso".

"Exactamente. Ahora observa al maestro en acción”.

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Wedge observó a dicho maestro jugar un juego de sabacc mucho mejor de lo que sus afirmaciones anteriores sugerían que habría hecho. Quedó tan impresionado que se olvidó por completo de coger la sal.

Cuando Wedge recordó que se suponía que debía vengarse, descartó la idea de inmediato. Él y Janson estaban dando una vuelta por el atrio central, observando qué pilotos se habían presentado para ver el espectáculo, cuáles todavía estaban dando vueltas y si alguno de ellos parecía necesitar un oído amable o una visita a la enfermería para un tratamiento. sedante. Su mirada se posó en Calrissian, que estaba demorándose con una botella en su mesa con Zyrka Tuhn. Wedge dejó a Janson con Sila Kott y Keyser Salm, inmersos en su propio debate sobre quién había jugado la mejor ronda de sabacc, y regresó, tratando de no parecer que estaba rondando.

Cuando Wedge se acercó, escuchó a Calrissian decir: “Lo juro. Enloquecer. Cualquier diseño. Tú lo dibujas, yo lo encargo, lo uso con orgullo cuando me den mi próxima medalla. Una capa de victoria para todas las edades. ¡Ah, comandante Antilles! Calrissian hizo un gesto a Wedge para que se acercara. “No me dijiste que tu nuevo recluta tenía tanto ojo para el estilo. Muy necesario en estos tiempos. Zyrka, ¿por qué no le dibujas una capa a juego a tu comandante? Creo que al menos una Estrella de la Muerte. Marcado con una X roja: ¡una silueta de ala-X! ¿Demasiado torpe? No, no existe tal cosa. ¿Has visto el Imperio? Necesitamos todo el color que podamos conseguir”.

En contra de su mejor juicio, Wedge resopló. Tuhn ocultó su sonrojo detrás de un cristal pero no pareció molesto por la atención. Wedge lo habría dejado en un breve registro y un "nos vemos a las quinientas" si Calrissian no le hubiera dado un codazo.

“Únase a mí para tomar una última copa, comandante: algo agradable y rejuvenecedor para el camino”.

"Si se refiere al agua, es un cumplido, señor".

"Perfecto."

Reimpreso de "Star Wars: Desde cierto punto de vista: El regreso del Jedi". © 2023 de Lucasfilm Ltd. Publicado por Random House Worlds, un sello editorial de Random House, una división de Penguin Random House LLC.

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Jeff Spry es un guionista galardonado y periodista independiente veterano que cubre televisión, películas, videojuegos, libros y cómics. Su trabajo ha aparecido en SYFY Wire, Inverse, Collider, Bleeding Cool y otros lugares. Jeff vive en la hermosa Bend, Oregon, entre pinos ponderosa, autos clásicos, una cripta de cómics de terror para coleccionistas y dos setters ingleses leales.

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